En esta semana, una persona que estimo sugirió que el dolor no es necesario. También, afirmó que para evitar sentir dolor podíamos prepararnos, anticiparnos, promover nuestro desarrollo y hacer los cambios necesarios para nuestro bienestar. Esta afirmación ha originado una serie de ideas que deseo compartir.
Lo primero, es que la situación es lo que es; nosotros somos los que de acuerdo a nuestro nivel de consciencia tendemos a juzgar la situación como buena o mala. Cada situación se presenta a nuestra vida, por razones que no alcanzamos a comprender en el momento. El poeta Rumi afirmó «La herida es el lugar por donde entra la luz». Cada situación encierra un aprendizaje o sabiduría que tiene que ser liberada. Cuando la crisis o la situación nos hace salir de la zona de confort para buscar herramientas y un enfoque distinto, encontramos dolor. Nos hizo crecer. El crecimiento duele, porque la situación nos hizo cuestionar nuestras certezas y ver la necesidad de modificar nuestras creencias. Con el paso del tiempo, una vez sanada la herida y reconocido el aprendizaje, podemos recordar una experiencia que en su momento se experimentó con dolor para impregnarla de agradecimiento y compasión. Mientras, lees este texto te puedo asegurar a que no estas poniendo atención a tus dedos del pie, pasan inadvertidos. En cambio, cuando caminas sin calzado y golpeas alguno de tus dedos con un mueble; el dolor surge intensamente y hace que tomes consciencia de esta parte de tu cuerpo.
El dolor, no es el problema. El dolor es la señal de advertencia que pone de manifiesto que existe algo en la situación que nos incomoda y confronta nuestras certezas. Es el momento de tomar responsabilidad de nuestra vida y valientemente hacernos muchas preguntas como: ¿Qué podemos cambiar? ¿Qué herramienta o conocimiento debo incorporar? Las respuestas quizá nos incomoden porque revelaran aspectos que teníamos invisibilizados; pero son necesarias para retomar nuestro rumbo.
Un segundo aspecto que me reveló, es nuestro deseo a controlarlo todo. En la vida lo único cierto es el cambio. No obstante, pareciera que esperamos vivir una vida sin contratiempos. ¿Cómo podríamos apreciar una experiencia agradable, satisfactoria o feliz, si se convirtiera en una emoción normalizada? Las emociones, tampoco pueden ser etiquetadas como buenas o malas; son una señal que la vida nos ofrece para que dirijamos nuestro camino. Son como las señales viales, el miedo nos revela que estamos por salir de la zona de confort para aprender algo nuevo o que estamos en riesgo. La ansiedad se presenta para mostrarnos que cargamos con creencias muy profundas que hacen que anticipemos un resultado al futuro e impiden nuestro bienestar. El estrés, nos enseña que en lugar de vivir el presente y construir el futuro, traemos un resultado de un futuro incierto al presente. La envidia nos muestra que hay algo que impide que estamos deseando esté en nuestras vidas. Las emociones son las aliadas en nuestro recorrer el camino de la vida. El dolor se presenta porque nos hacemos expectativas. Duele el deshacernos de la imagen construida y esperada para aceptar la realidad.
También me hizo pensar que no conozco una sola biografía de persona alguna que no haya vivido contratiempos, crisis o experiencias amargas. De hecho, las personas que comparten su conocimiento, sabiduría y proceso ya sea escribiendo un libro; enseñando o dando conferencias; hablan de las crisis o eventos que se presentaron en su vida para iniciar el cambio que permitió adquirir una nueva forma de vivir la vida. Entonces, si en esta vida todo esta en movimiento y la única constante es el cambio; recordemos que todo es dual. El caos es necesario para que exista la creación. No estamos exentos de circunstancias no esperadas, porque no tenemos el control de nada. Lo que podemos controlar es nuestro desarrollo personal. El incorporar creencias y herramientas que nos permitan alcanzar nuestro bienestar y vivir la vida de una mejor forma. Al hacerlo cuando se presenten nuevas circunstancias nuestra mente verá un reto a resolver y no un problema. Buscaremos la sabiduría o el mensaje encerrado en él, en lugar de ver la “injusticia” de ¿Por qué me pasa esto a mí?
Lo único cierto, es que experimentaremos dolor en nuestras vidas. No es necesario estancarnos en esa emoción. La emoción nos muestra que debemos trabajar en nuestro interior para sanar nuestra herida. Para ello tendrás que examinar lo que te duele de la situación, tus expectativas, deseos, etiquetas, estereotipos y certezas. Examinar tus creencias para remover aquellas que no te permiten sanar. Aprender a fluir, aceptar, adaptarte y vivir en el presente. Desarrolla la resiliencia. No es necesario estancarte en el dolor, estamos hechos para sanar. Cuando te cortas tu cuerpo se restaura naturalmente. Cuando experimentas dolor, no te resistas, no busques escapes; adéntrate en tu interior y permite que la mente se transforme para poder sanar. Es imposible evitar que nuestros seres queridos experimenten el dolor. En cambio, podemos enseñarles a identificar la emoción, a no enterrarla o dormirla. A cultivar un circulo de amistades, basadas en valores como la lealtad y la confianza; ante quienes sin temor a mostrarnos vulnerables podamos contar la historia y sanar. A hacerse preguntas, a cuestionar aquello que creemos es cierto. A comprender que hay muchas formas de vivir la vida. A atreverse a vivir y experimentar con distintas hipótesis y si falla el experimento; formular una nueva hipótesis para esperar otro resultado.
¿Tú cómo trabajas con el dolor? ¿Qué haces cuando alguien que estimas te dice que experimenta dolor?
Itzia Corzo Torres
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Espíritu Amatista
Hola a todas, leyendo sobre este tema, recordé que durante años tuve un problema de migraña tensional, que ningún medicamento lograba disminuír el dolor, y fué hasta que después de consultar a varios neurológos encontré al indicado, el cual me sugirió que realizara actividades relajantes que involucraran labor social, inicié con clases de catecismo, disminuyó la frecuencia de los ataques, pero no desapareció el problema, entonces pensé en tomar clases de yoga, hubo un cambio en la frecuencia e intensidad del dolor, pero continúo, volví a consultar al médico y en esta ocasión me recomendó directamente practicar natación, lo cuál fué el final de mi problema, hasta el momento no he vuelto a recaer en los ataques de migraña. Fué una bendición encontrar a ese especialista, que desde mi perspectiva fué Dios quien me atendió y solucionó mi problema definitivamente.