El poeta Rumi, afirmo “La herida es el lugar por donde entra la luz”. Esos desencuentros ocasionados por roces, fricciones por falta de comprensión del otro; producen emociones como ansiedad, ira, enojo e irritación. El otro, son generalmente las personas más cercanas a mí, mi pareja, hijos, hermanos o padres, mi familia.
En primer término, asumamos que las personas actúan lo mejor que pueden como la autora Brené Brown postula. Porque siendo honestos, ninguno inicia el día pensando en como hacerle la vida imposible o difícil a los demás y mucho menos a nuestros seres queridos.
Sí la herida es el lugar por donde entra la luz, prestemos atención a nuestra herida. Permitámonos sentir la emoción, nombrarla y reconocerla. ¿Qué me irritó o molesto del comentario del otro? ¿Por qué? ¿Qué siento? El miedo, encierra dos significados uno de ellos es la alerta ante un riesgo y el otro es que estamos frente a algo nuevo y requerimos salir de la zona de confort. El enojo, indica que hay un límite que se cruzó y que debemos reestablecer. La ansiedad, nos indica que nuestras creencias heredadas y condicionamientos ya no son adecuados para nuestra realidad y bienestar.
Lo que no me gusta del otro lo corrijo en mí. Esa es la ley del espejo. La otra persona te esta ofreciendo la maravillosa oportunidad de ver tus heridas reflejadas en ella. ¿Cuál es la sabiduría tras esta lección? ¿Cuáles son mis expectativas? ¿Por qué espero que reaccione de otra forma? ¿Por qué quiero controlar su conducta? ¿Qué creencia me hace reaccionar así?
Todos deseamos construir conexiones profundas y rodearnos de personas con las que podamos convivir de forma auténtica; pero nadie da lo que no se da a sí mismo. Es preciso aprender a aceptarnos y aceptar al otro. Darnos cuenta que en nuestro interior existe la sombra, los miedos, la ansiedad, la ira; tienen en el fondo una la falta de amor propio y nos hacen creer que no somos suficientes. Abracemos nuestra sombra y aprovechemos para que entre la luz, el amor y la compasión.
No podemos cambiar a nadie, solo podemos cambiarnos a nosotros mismos. Soy yo, quien debo cambiar. Soy yo, quien debo reconocer que en la vida no todo es blanco y negro, hay muchas tonalidades. Es decir, mi “verdad” y mis certezas, no son irrefutables ni las únicas. Mi “verdad” es resultado de aprendizaje y de condicionamientos sociales; por tanto, el otro también posee su “verdad”. No se trata de una verdad a la que estemos sujetos todos. Sí existen premisas que son ciertas para todos como la Ley de gravedad o la muerte.
Cómo yo veo o creo que es el mundo es producto de esas creencias y podemos elegir conscientemente como deseamos ver el mundo. Cómo también podemos elegir revisar constantemente si es necesario modificar nuestras creencias y valores para incorporar otros. La importancia esta en la elección consciente, en crear acuerdos y establecer un significado común.
Por ello, en familia es importante hablar y decir que entendemos por conceptos como amor, vulnerabilidad, perdón; establecer los valores que darán marco a nuestras decisiones y decidir las creencias que nos dan unidad. Ser conscientes que somos los creadores de la cultura familiar, que la construimos día con día. Las heridas, nos muestran la oportunidad de sanar e incorporar creencias, hábitos y prácticas para nuestro bienestar y el de nuestras familias. Porque en esta vida todo cambia y nada es inmóvil, tampoco deben serlo nuestras creencias. La herida nos revela que debemos cambiar.
Itzia Corzo
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